martes, 27 de septiembre de 2011

Sobre el imaginario matsiguenga (mitología)

Poemas creados como parte de un estudio realizado a las diferentes culturas que de una u otra forma influyen en mi vida diaria. En esta oportunidad publicaré poemas de mi poemario titulado El soplo, que está dividido en cuatro capítulos. Está vez compartiré con Ustedes lo referente al mundo de los Matsiguengas (Etnia que habita la parte nor-oriental del Cuzco, justo detrás de la ciudadela de Macchu-Picchu).




Una mejor ubicación de esta etnia es la siguiente:




Los matsiguengas ocupan los territorios comprendidos entre 11° 20´ latitud sur y 71° y 73° 30´de longitud oeste, comprendiendo la zona del Alto Urubamba, parte del Bajo Urubamba, y hacia la zona del oriente zonas del río Manú y del Alto Madre de Dios. Por el lado oeste lomita con las cadenas montañosas que dividen el valle del Urubamba y el valle del río Apurímac y del río Ene.


Los títulos de las cuatro partes son los siguientes:


1.- Matsigenka
(Amanecer I – 3.500 a.C.)


2.- Tiwanaku
(Mañana II – 500 d.C.)


3.- Señorío de Chincha
(Tarde III – 1438 d. C.)


4.- Sicán
(Atardecer IV – 1050 d. C.)




Estos no son aún los títulos finales. Variarán probablemente según las correcciones que deben llevar más meses debido a la intrincada madeja de la realización. Cada parte cuenta con aproximadamente 9 poemas, pero en el transcurso algunos han sido variados, aumentados, etc. Esperando disfruten de ellos me despido.



Atte,
TAD.

El soplo

El soplo adentrado y venoso
irrumpió entre las frágiles bromelias
cortante y furibundo
apretó pétalos incandescentes
llamaba con sus alaridos
al silencio impertérrito.
Hojas y ramas se mecen
en sus brazos de hamaca
lacerado, pensativo
ejecuta sus maniobras
al amanecer de los días.


Yangóntoro (Megatherium)

Pareni observa el enajenado bosque
un ser gigantesco avanza rasgándolo todo
ramas y troncos se quiebran a su paso.
Pareni, piensa:“Es fuerte y arremete”.
Yangóntoro, la observa con los ojos fijos
comiendo insectos, lagartijas y semillas.
Pareni, la curadora, avanza firme hacia
el gigante enamorado
le acaricia el lomo en tanto éste
mueve su cabeza de un lado al otro.
Fuego y agua parecen haber
encontrado la armonía.
Obediente, Yangóntoro,
voltea el rostro hacia Pareni.
Ella, tumultuosa, fijo su pensamiento,
mece su lomo bestial,
la tierra cambia de colores,
verde, rojo, verde loro, verde hoja,
verde palmera.
Subyugado, Yangóntoro,
se levanta de la tierra convertido
en matsiguenga como ella,
elegido deberá seguirla en todos sus presagios.

Pareni

Un árbol sangrado agita sus ramas doliente
sus hojas quejumbrosas caen sobre el suelo
sediento y cansado murmura incoherente.
Pareni, camina agitando brazos curadores
busca con su ojo mágico lo oculto y lo impreciso.
Sus manos tocan el árbol agitado
acaricia, conforta, pregunta,
acude presta a su sollozo.
Afligida, esquiva, consciente
cura sus heridas con dedos,
soplos, lágrimas y cenizas de viento.
Aplacado el dolor de su ombligo
ramas y hojas se mecen fervientes
la serenidad lo cierne en un sueño eterno.

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